jueves, 16 de diciembre de 2010

46 Behobia-San Sebastián



Experiencia única, irrepetible... bueno, no es para tanto, espero volver al año que viene y sucesivos. Sin embargo, para mí ha sido la primera y puedo decir que merece la pena vivirlo, sentirlo, disfrutarlo, etc… Desde casi las 8:00 que salimos del hotel de San Sebastián rumbo al barrio de Behobia hasta el regreso, calado hasta los huesos y con la rodilla izquierda maltrecha pero, ay amigo, con una sonrisilla de satisfacción por el deber cumplido que no me la quitaba nadie.
Para quien no conozca esta carrera, hay una característica que llama mucho la atención, por lo menos a mí, que soy fácil de impresionar, y es la cantidad de gente que hay por todas partes, tanto corredores (más de 17000) como público, y creo que es lo que hace que esta carrera sea tan especial: el público casi llena las calles y carreteras de los 20 km del recorrido y no para de animar, o eso creo, porque me animaban a mí por sitios en los que el ganador hacía más de una hora que había pasado.

Pero vamos al lío: desayuno en el hotel, donde coincidimos con un tal Chema Martínez, subcampeón de Europa de Maratón y, a la postre, también subcampeón en esta edición de la Behobia, destacar que por nuestra parte no le molestamos con autógrafos ni fotos por eso de que estaría concentrado.

Viaje: según mi modesta opinión, quizá sea lo peor de la carrera. Ojo, no por estar mal organizado, si no por la masificación. Ya el autobús que nos llevó a la estación de trenes estaba bastante lleno, pero lo peor fue el viaje en tren, casi 50 minutos recordando los peores momentos que he pasado en el metro de Madrid en hora punta, el vagón llegó a estar literalmente lleno, no cabía ni aire, sin exagerar… Por fin, llegada a la estación de Irún, donde nos esperaban unos autocares preparados para llevarnos a la salida.





Salida: al bajarnos del autocar me encontré con una explanada bastante amplia totalmente llena de gente calentando. Me enfundé la bolsa de basura para no enfriarme y me dispuse a esperar, todavía faltaba casi hora y media para mi salida (prevista para las 11:27). Para el que no lo conozca, a grandes rasgos, la salida está fragmentada en grupos de aproximadamente 3000 corredores, diferenciados por el color del dorsal, y que salen cada 3 minutos desde las 11, comenzando por los profesionales, naturalmente. El tema de usar una bolsa de basura a modo de chubasquero es una práctica que yo no conocía, pero allí era lo más normal. Desconozco si en otras carreras también se lleva, pero todavía estoy muy pez en esto de las carreras.

Carrera: en un montón de palabras, “im-pre-sio-nan-te”, el ambiente que rodea a esta carrera creo que es muy difícil de ver en otro sitio. Desde la salida hasta la meta estuve rodeado de corredores, en una típica salida a los pocos minutos se suele despejar (nótese que normalmente suelo salir bastante atrás y no tardo mucho en quedarme solo) pero aquí el mogollón duró toda la carrera.
Salimos de Behobia, pasamos por Irún, el terreno suele ser constantes subidas y bajadas y el público no para de animar. Cuando llevo algo más de media hora, comienza a llover, esto se pone feo. Comienzo la ascensión del Gaintxurizketa, primera dificultad “grande” de la carrera, y todavía llueve más… Después del descenso, seguimos con terreno rompepiernas, paso a la altura del pirata, otra de las atracciones de la carrera, un hombre parado en la cuneta con su familia que está hondeando una gigantesca bandera pirata, por lo visto, está todos los años. Mala noticia, la rodilla me empieza a molestar seriamente, ya me tuve que retirar de la media de Valladolid por el mismo problema.
Más o menos en el km 14, la carrera llega al puerto de Pasajes, ha dejado de llover pero la rodilla ya no molesta, duele. Parada en un puesto de la Cruz Roja donde me echan un poco de réflex que no me hace ni cosquillas y continúo.
A unos 3 km de meta está el Alto de Miracruz, último escollo, a partir de aquí ya es más llevadero. Lo malo es que debido al dolor de la rodilla, tengo que hacer la subida andando y casi hasta el último kilómetro en que hago de tripas corazón e intento correr hasta el final. Paso por el Kursaal, cruzo el puente y veo al fondo la meta, último esfuerzo, “esprinto” y… final, no me lo puedo creer. 2 horas y pico, no es la carrera de mi vida, pero para la poca preparación que llevaba, las inclemencias del tiempo y el dolor de rodilla creo que no está mal.


En fin, lo dicho, al año que viene espero repetir.

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